“Justo antes de enterrar el aguijón del Kuang en la base de la primera torre, alcanzó un nivel de pericia superior a cualquier cosa que hubiera conocido o imaginado. Más allá del ego, más allá de la personalidad, más allá de la conciencia, se movía; el Kuang se movía con él, evadiendo a sus agresores con una danza arcana, la danza de Hideo; y en ese mismo instante, porla claridad y la simplicidad de su deseo de morir, le fue otorgada la gracia de la interfase mente-cuerpo.”
Gibson, W. Neuromante. Barcelona: Minotauro, 1989, p. 309.
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